Una ciudad: París, majestuosa, llena de embrujo, de arte,
de cultura, de ciencia y de un etc, que cada uno es capaz de completar con su imaginación.
Los jóvenes una gente especial, muy especial, son los
constructores del mundo del futuro, llenos de vida -una vida en su plenitud-,
alegres, vibrantes, espontáneos. Todo es poco para hablar del gran tesoro de la
juventud, ¿qué seria del mundo sin su vibración?
Y para terminar este tríptico de incalculable valor, esta
trinidad que entrelaza lo terreno, lo humano, y lo divino, hablemos de Juan
Pablo II: un hombre de nuestro tiempo, carismático, que si carecer por la edad,
de la vibración de la juventud, tiene el vibrante empuje que le da el amor, en
él, el amor es un volcán que transmite, que contagia, que enamora; el amor para
él no es algo estático, privado, personal; en él, como digo el amor es una
poderosa razón y por lo tanto hay que llevarlo al mundo entero, hay que “transportar”
ese tesoro, cueste lo que cueste, valga lo que valga.
Juan Pablo II sabe que lleva un tesoro muy especial, es
el tesoro incalculable del Amor de Cristo, es la certeza de la fe en el único
ser extraordinario que ha pisado el mundo; no lleva –solo- el mensaje, la vida y
la doctrina del mayor de los sabios de la tierra, ya sería bastante. Pero es
algo más, bastante más. Juan Pablo II, lleva a París en su corazón, en su
cabeza y en su vida, la Fe, la Esperanza y el Amor del mismo Dios, y Él –Dios-
lejos está de la sabiduría de este mundo, diríamos que sobresale de..., que
sobrepasa á...¡ que supera toda medida. Juan Pablo II “vende” al hombre de hoy
el tesoro de la Eternidad.
No lO años, ni 50, ni 5000.
Juan Pablo ll, en este viaje a París, va a tener un
encuentro con los jóvenes y les va a ofrecer pasajes para el viaje más
importante que tiene que efectuar el ser humano: el viaje a la Eternidad. EI
que no lo crea que no se acerque, él no nos ofrece otro “producto”; pero si
tienes duda, si te sientes tentado, prueba, acércate, pregunta, infórmate y
acepta lo que te ofrece, no te arrepentirás porque has aceptado, has adquirido
un pasaje para el cielo y en el cielo no hay nada más que Luz: Una fuerte Luz,
brillante, cautivadora; y la luz alumbra a Dios y de
Dios sale y saldrá hasta el fin de los tiempos la Vida,
la única Vida que vale la pena vivir, no hay otra, no lo dudes. Pero si no
quieres, ¡¡quédate!! ¡¡No aceptes!! ¡¡No vayas!! Con tu libertad puedes elegir,
¡¡pues tú, elige!!
Publicado en Diario Jaén el día 16 del 8 de 1997