128 CASO DE VIOLACIÓN
Esta
carta es anónima y sobrecogedora, lee despacio y reflexiona:
«Hola,
Soy una muchacha de 17 años de edad cuyo nombre no importa. Yo fui brutalmente
violada a los 13 años de edad por un tío de mi madre. Yo adoraba, amaba,
envidiaba y veneraba a este ser que supo
darme a la vez felicidad y tristeza. Yo era feliz cuando me cogía en sus brazos
para darme besos y hacerme cosquillas con su bigote, era feliz cuando me
enseñaba a hacer trucos de magia o cuando era el único que me daba todo su
cariño y amistad. Pero un día sin darme apenas cuenta se convirtió para mí en
la persona más detestable y asquerosa de todo el mundo, no podía verlo, sus
caricias me producían asco y con solo pensar en él me entraban ganas de
vomitar. Yo, al principio, creí que
todo había sido una mala pesadilla de la que pronto despertaría y cuando me di
cuenta de lo que verdaderamente había pasado no me atreví a hacer nada, creía
que había sido culpa mía incluso hoy en día sigo pensando así. Pero creo que ya
ha llegado la hora de que todo se sepa, porque aunque ese ser repugnante murió,
yo sigo sufriendo mucho cada vez que recuerdo aquellos angustiosos momentos. Desde
entonces yo soy una persona que tiene miedo a los hombres, incluso hubo una
temporada en la que no permitía que me
tocara ni mi padre. Lo pase muy mal. Muchas veces ha pasado por mí cabeza la idea de dejar las
cosas tal y como están y no revolver la basura, pero por otra parte, si hago
esto es por mí. Yo no logro desde aquel momento soñar con cosas bonitas, tener
sueños de príncipes azules ha sido imposible para mí, siempre soñaba con ratas,
monstruos.. .
Por tal de no
desilusionar a la gente que piensa que mí “tío” era un “santo”. Sé que nunca olvidaré lo que me ha pasado pero
creo que a partir de ahora empezare una nueva vida, dedicada a apartar de mi
mente, el mayor tiempo posible, lo que me sucedió cuando aun era una niña.
Ahora sí que puedo gritar a los cuatro vientos ¡¡LO ODIO!! Sin temor a nada ni
a nadie. Le odio por haber abusado sexualmente de mí, le odio por ser padrino
mío, le odio por haberse muerto sin su merecido castigo, le odio, le odio ¡le
odio!. Ahora, cuando me paro a pensar en lo que podía haber hecho, me pregunto:
¿por qué no lo denuncié? Entonces a mi cabeza acuden un tropel de respuestas
lógicas que pronostican, o mejor dicho resumen lo que yo he pasado. El primer y
más grande motivo por el que no lo denuncié fue porque me amenazó con hacerle
lo mismo a mi hermana si yo hablaba y, yo no soportaría ver la vida de mi
hermana destrozada, con la mía bastaba. Pero lo peor de todo es que ni siquiera
después de su muerte tuve el valor suficiente para hablar. Soy una cobarde, pero
no me importa haber callado durante tanto tiempo si los que creían una buena
persona a mi “tío" se dieran cuenta que no era nada mas que basura y sí
alguien (aunque sólo fuese una persona) aprendiera algo de mi experiencia. Aún
no lo tengo superado pero ya es hora de que yo deje de sufrir de una vez por
todas y empiece a disfrutar y a ser lo que soy, una MUCHACHA. Gracias. »
Que más se puede
decir, cuando con nuestra palabra solamente podemos estropear la claridad de un
mensaje, tremendamente, desgarrador. Parece imposible que estas cosas puedan
suceder, pero suceden y son especialmente crueles, lamentables.
Publicado en Diario
JAÉN 2 - 12 - 1999