21  Un mes para la reflexión.

El mes de Noviembre empieza para todos cargado de nostalgia. El día 2, es uno de estos días, en los que especialmente recordamos a los seres que quisimos entrañablemente, y que ya traspasaron la frontera de esta vida, para aposentarse definitivamente en la Divina morada, morada que al ser Divina lleva inherente el sello de lo eterno.
No para todos tienen estos días el mismo significado, para algunos el cementerio, es el lugar del descanso definitivo: el despues no existe; el derecho a vivir a concluido para siempre; solo queda este lugar de reposo, para que en él sus familiares puedan dedicar su atención y su cariño a los que tanto quisieron. Y allí van, con el peso terrible de su lamento, y lloran emocionados y recuerdan un pasado feliz pero ya inexistente, y se recrean tanto en la dicha que después les queda el sabor agridulce de una desesperanzada nostalgia.
Y adornan la tumba con extremado esmero; y llevan la flor, buscando en su fragancia el poder eternizar un pasado lleno de vida.
El rito a la muerte, con todas sus connotaciones, tiene en nuestra tierra una fuerte carga emotiva, este hecho se vive con intensidad, poniendo incluso pasión en su vivencia. Vivencia que desborda a veces la adecuada mesura, rebosando el rasero de lo conveniente.
Pero hoy y ahora, no escribo esto para quedarme en e1 recuerdo nostálgico de un pasado ya inexistente, sino para proyectar la mirada en un presente y un futuro lleno de esperanza: la vida sigue después del tremendo desgarro de la muerte, solo se cambia el “estuche” corpóreo, que se deja y se destruye, para coger las “alas” llenas en plenitud de vida, con las que volaremos junto a Dios para toda la eternidad.
El cielo, para algunos que en él poco creen, es un lugar: desdibujado; aburrido; sin gancho; falto de atractivo; lleno de rutina, de rezos interminables y de un etc. poco ilusionante. Pero esos que así piensan: ni creen, ni entienden, ni conocen a Dios, ¡porque! ¿Cómo es posible que el Creador de todo lo creado, la Fuente de la que emana toda la belleza y toda la hermosura, tenga reservado para nosotros un lugar falto de placer y lleno de anodina monotonía? ¿No será por el contrario el cielo, el supremo culmen de un felicidad tan inmensa, que no cabe en nuestro limitado entendimiento? Entendimiento que ha nacido, solo para existir en un cuerpo caduco, y no para entender, en toda su dimensión, la trascendente inmensidad de un Dios infinito y eterno.
Por lo tanto, dejemos al entendimiento que entienda de lo que deba y pueda entender y dejemos también, si libremente escogemos esta opción de vida, un lugar adecuado a la fe, para que ella nos descubra el panorama felicísimo que nos espera, tras los crespones negros de la muerte.


Publicado en Diario JAÉN   4 del  11 de 1995
Publicado en Diario ALMERIA    7 del  11 de 1995
Publicado en Diario IDEAL         8 del  11 de 1995

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