En memoria de nuestro padre.



En memoria de nuestro padre.

Cena de final de año de 2005
Que marcho al Cielo el 4 de octubre de 2005

Este año que vamos a acabar ha sido un año especialmente significativo para nosotros: nuestro querido padre ha pasado de esta casa terrena a la casa del Eterno Padre. Nuestro padre ha traspasado la barrera de lo caduco para enfrentarse a una vida llena de paz, de sosiego  y de amor. Allí ya no hay llanto, ni dolor, ni  fatiga, ni desalientos, ni pesadumbres ni nada que suene a transitorio.
Todos hoy estamos afectados por esta realidad, es grande la pena de la ausencia, pero también es grande  la alegría de haber visto  como ha sido su vida y como ha sido su muerte. Su vida ha estado llena de cariño, de desvelos permanentes hacia los suyos.
Recuerdo aquellos años difíciles de Puertollano, yo acababa de empezar a trabajar y mamá murió a los 40 días del comienzo de ese trabajo. Para mí aquello fue un calvario, una pesadilla. Fueron años difíciles en los que siempre encontré el apoyo de mi padre. Mi padre, nuestro padre, hacia viajes inverosímiles para llevarme o recogerme en Espeluy, en La Carolina, en Cardeñas... etcétera. Cada uno de vosotros seguro que tenéis experiencias similares....
Durante muchos años nuestro padre ha vivido con una austeridad monacal, ha sabido afrontar todas las dificultades con valentía. Día a día, hora a hora, vivía inmerso en su trabajo y en su familia y sabía ofrecer al Señor Jesús todas las vivencias que tenía que afrontar. Todo de una manera humilde y sencilla.
Nuestro padre  también ha sido un hombre que ha sabido vivir la vida, le gustaba apasionadamente viajar, y gracias a él hemos hecho, todos, muchos viajes. En su compañía hemos conocido casi toda España y también Portugal y Francia. En sus tertulias siempre le gustaba recordar aquellos viajes, disfrutaba contando lo que había visto y lo que había sentido. Todo lo contaba de una manera encantadora. Sabíamos que disfrutaba contando aquellos hechos. Igualmente tenía una memoria prodigiosa para contar los hechos que sucedieron hace muchos años. Hechos de su infancia y de su juventud. También le gustaba recordar las peregrinaciones que hacía con la Acción Católica a Santiago de Compostela entre otros lugares.
Sierra Moreno era para el otro lugar de ensueño al que le gustaba ir con frecuencia. En cuantas ocasiones se ha escapado a esa sierra a la que amaba y desde allí ha alimentado su espíritu con una oración perseverante
A su lado, nosotros, siendo niños aun, descubrimos en Sierra Morena, en la viña de los abuelos, la belleza de las estrellas en una noche oscura; descubrimos la maravilla de una naturaleza viva y pujante.
A su lado, al lado inconfundible de nuestro querido padre, en Málaga y en Cádiz descubrimos la magnitud inconmensurable de un mar inmenso, de unas playas paradisíacas en las que se podía ver con los ojos del cuerpo la belleza grandiosa de lo terreno y con los ojos del alma la grandeza de un Dios que existe por los siglos de los siglos.
A su lado  en cada  viaje descubrimos un mundo maravilloso lleno de obras maravillosas.
A su lado, junto al descubrimiento de la vida, descubrimos a un personaje llamado Jesús y a una madre tierna llamada María.
A su lado, cada día, hemos descubierto un panorama nuevo, una luz brillante, una esperanza firme, que nos cobija y nos impulsa por los caminos de la vida.
A su lado, adentrados en las largas cavidades de la vida adulta, hemos descubierto -en él- una honestidad eficaz, una lealtad viva, una fidelidad palpitante, un inquebrantable amor a la verdad.
A su lado hemos descubierto tantas veces el hoy, ahora y siempre de nuestras vidas
Podía seguir contando muchas cosas, y vosotros sabéis -si cabe- más cosas que yo, pues en muchas ocasiones habéis estado más cerca de él. Yo sólo quiero ya resaltar cómo han sido sus últimos años en la tierra, años en los que hemos podido disfrutar de él, sin que  él nos diera la  lata. Años en los que ha tenido que afrontar la pesadez anodina de la vejez y, además, muchas horas de soledad. Pero en estos años hemos aprendido de él muchas cosas, hemos aprendido a saber afrontar la vida con optimismo, sin quejarnos.
Y así de esa manera sencilla, sin quejarse, se nos fue. Todo sucedió en un instante, eran las nueve y cuarto de la noche, un día de San Francisco de Asís, un día en el que se celebraba la fiesta de un pobre y humilde siervo de Dios. Y se nos fue, sin dar la lata, sin protestar, sin lamentarse. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos. Si algún día tengo que pintar la muerte, dibujare la muerte de mi querido padre. Con esa muerte no tiene uno más remedio que irse al cielo. A ese cielo en el que ya está él gozando de la presencia de su Dios y Señor. Amen  

                                                 rafagutierrez