469 Tener miedo a nuestro miedo.

469   Tener miedo a nuestro miedo.

El miedoso se rodea de prohibiciones y murallas y termina provocando los efectos contrarios a los que aspira.
Una de las grandes tentaciones de nuestra generación es el miedo. Y una de las más extendidas. Al menos yo me encuentro cada vez con más personas que viven acobardadas, a la defensiva, no tanto por lo que les ocurre cuanto por lo que puede venir.
Y lo peor del miedo es que es una reacción espontánea y, a poco que el hombre se descuide, casi inevitable. Sobre todo en el gran período de cambio en el que vivimos.
Quizá lo más característico de nuestra civilización sea, precisamente, el acelerado ritmo con que ocurren las cosas:
·        Lo que ayer mismo era normal, hoy se ha convertido en obsoleto y en desuso.
·        Las ideas en las que nos sosteníamos son atacadas desde todos los frentes.
·        La inseguridad nos envuelve y aprisiona.
·        La gente mira a derecha e izquierda inquietamente y te pregunta:
o   ¿Pero, qué es lo que nos pasa?
Y no se dan cuenta de que lo que nos pasa es, precisamente, que no sabemos qué es lo que nos pasa:
·        “Y surge el miedo, el temor y hasta el pánico”.
El hombre -lo queramos o no- es un animal de costumbres.
En cuanto pasan las inquietudes de la juventud, todos tendemos a instalarnos: en nuestras ideas, en nuestras comodidades, en nuestros caprichos, en nuestros modos de ser y de vivir. Cuando alguien nos lo cambia, sentimos que nos roban la tierra que pisamos, sentimos que nos roban nuestro yo. Y, al sentirnos inseguros, brota el miedo.
Un miedo que se percibe en todos los campos:
·        Hay creyentes angustiados que temen que les cambien la fe.
·        Hay padres que tiemblan de sólo pensar en el futuro de sus hijos.
·        Hay trabajadores obsesionados en que pueden perder su trabajo.
·        Hay personas que huyen permanentemente:
De una enfermedad, de un mal, de un dolor que no tienen. Porque creen que…?
Y hay que decir sin rodeos:
·        “No hay mejor camino para equivocarse que el que vive, juzga y construye sobre el miedo”.
Porque el pánico:
·        “Paraliza no solo el cuerpo del que lo sufre, sino también inmoviliza y encadena su inteligencia”.
El miedoso se vuelve daltónico, ya no ve sino las cosas que le amenazan.
Y no se puede construir nada viviendo a la defensiva:
·        Un padre aterrado ante el futuro de sus hijos no tardará mucho en convertirlos en rebeldes.
·        Un obispo o un cura que tiembla ante el futuro de la fe fabricará descreídos o resentidos.
·        Un viejo que teme la muerte se olvidará de vivir.
·        Un joven dominado por el temor se volverá viejo antes de tiempo.
Hay cambios en el mundo:
·        Con los que este avanza y deben ser apoyados por todos.
·        Y algunos con los que se camina hacia atrás y habrá que resistir frente a ellos:
o   “Pero resistir desde la seguridad de aquello en lo que se cree, no desde el pánico de lo que se teme”.
El miedoso no se atreve a confesarlo, pero en realidad teme porque no está seguro:
·        Ni de sus creencias, ni de su vida, ni de sus decisiones, ni de sí mismo.
Entonces se defiende y patalea.
Pero ya no defiende su verdad, sino su seguridad.
No hay que tener miedo: Nunca, ni a nada.
Solo hay que tener autentico miedo a nuestro propio miedo.
Fuentes: José Luis Martín Descalzo; “Yocreo.com” y "Razones para el amor"

Publicado en Forumlibertas.com  “Opinión” 20 de mayo  2016 

Publicada en DIARIO DE ÁVILA Digital   27  de mayo de 2016

Publicada en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital  27 de mayo  2016