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El evangelio, para
conocer la verdad
La
lectura del evangelio, cada día, es una acción que da a nuestra vida una
dimensión profundamente humana y hondamente espiritual. Quizá sea esta una de
las acciones más enriquecedoras para el ser humano; y esto es debido a que la Palabra de Dios aquí está escrita para
impactar en la persona; para calar en el corazón, dejando en él la huella de un
sobrecogedor mensaje. En el evangelio está la clave para realizar con honradez
muchas de nuestras acciones. La Palabra, es un dardo que impacta en nuestro
ser, dejando en él: la impronta de una sabiduría especialmente sublime. Leer el
evangelio no es una acción
intrascendente: que da igual hacerlo o
no; sino muy por el contrario una acción vivificadora, especial. Por ello el
evangelio no se lee cómo se lee el último libro premiado, o el más galardonado;
el evangelio se lee con el alma, el evangelio se escucha en el silencio orante
de nuestra vida, el evangelio se medita: teniendo en cuenta la savia inmensidad
de un Dios que todo lo puede y que todo lo abarca.
Lee el
evangelio, cada día, un rato: breve, pero pausadamente; es un respiro espiritual,
en un mundo que nos materializa demasiado, que nos envenena con sus eslóganes
de aprecio por lo mundano.
Dios nos habla |
Es por
todo esto, por lo que quisiera aconsejarte que vivieras tu vida inspirando que
en el libro de los libros; en el libro inspirado en la historia de tu propia
redención. Jesús en esta historia, quiere hacerte su amigo; quiere aconsejarte;
quiere orientar tu vida; quiere hacerse camino; quiere: ¡Cómo no! Conducirte a
la verdad; y quiere impulsar -con fortaleza- tu vida, pues Él es la Vida.
Sigue
de cerca la vida del único Maestro, que tiene palabras de vida eterna. Síguelo
muy de cerca: ¡Seguirlo! ¡Buscarlo! ¡Conocerlo! ¡Amarlo!: ¡Vale la pena!.
¿Y para
seguirlo?: ¡El evangelio! ¿Y para buscarlo?: ¡El evangelio! ¿Y para....?: ¡El
evangelio!
Publicado en Diario JAÉN 16 -
3 – 2000
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