435 Mientras él sonríe, yo no me canso.

 435   Mientras él sonríe, yo no me canso.

"El día que Pablo no disfrute, colgaré las zapatillas". Esto lo afirma  José Manuel Roás Triviño que es todo un símbolo para los aficionados al “running”.
Él también nos dice:
·        Yo pongo los pies a su felicidad.
Él, es profesor y padre de familia, desde hace ya algunos años es un habitual en los circuitos sevillanos, y corre acompañado de su hijo Pablo, afectado por la enfermedad de West.
Son las nueve de la mañana del domingo y padre e hijo logran llegar justo a tiempo para tomar la salida del XXX Maratón de Sevilla.
José Manuel y su hijo sueñan con correr los 42,195  kilómetros.
Él nos dice:
·        "Lo máximo que hemos hecho hasta ahora han sido 20 kilómetros, así que imagínate el reto que supone completar una maratón, que es el doble. Somos un equipo: él disfruta, yo disfruto".
Los primeros ya van lanzados en busca de la meta, y continúa:
·        "Si yo tuviera el cuerpazo de los de delante, también intentaría ganar, pero tan feliz puede ser el que gane hoy como nosotros".
Quien afirma esto tiene sus esperanzas en todo lo contrario a los grandes corredores que hoy se disputan el primer puesto de la prueba: alargar el camino al máximo, exprimirlo y disfrutar un año más de una experiencia que va mucho más allá del ámbito estrictamente deportivo.
El tiempo acompaña y el carrito de Pablo ya es empujado por su padre a través del circuito sevillano, uno de los más llanos de Europa, pero en el que, apunta José Manuel:
·        " Como en la vida, siempre existe alguna pendiente”.
Los kilómetros van cayendo y la voz de José Manuel, al igual que sus delgadas piernas, no se detiene en ningún momento: "¡Vamos, Pablo!" Exclama una y otra vez, como una eterna letanía que obtiene por respuesta sonrisas y gritos por parte de Pablo. Este, excitado, no deja de sentir el aliento de su padre durante todo el recorrido. "Saluda, saluda", exclama el padre, y Pablo alarga su brazo hacia quienes de manera continuada durante todo el recorrido le aclaman, y esto se repite una y mil veces.
José Manuel es profesor de Geografía e Historia.
Un héroe al que admiran sus  alumnos:
·        Hago lo que todo padre quiere hacer con su hijo:
o   Y reír, reírme mucho. Reír es vivir.
·        ¡Y Pablo, cuando corre, ríe, chilla... disfruta muchísimo!:
o   Mientras él sonríe, yo no me canso.
·        Pero es cierto que somos un equipo diferente. Entiendo que muchos se nos queden mirando. ¡Yo también miraría! 
Piensa que su carrera lleva un mensaje:
·        “Esta carrera lleva un mensaje para las familias con otros Pablos a las que quizá les cuesta más sobrellevar toda esta gran dificultad”.
Cuando ambos corren, la exigencia física para José Manuel, claro, se redobla:
·        "Mis pies son los suyos, y eso me llena. Pero claro que será duro aguantar tantas horas. Tendré que ir cambiando de postura porque se me cargan mucho los brazos, incluso los glúteos, por el esfuerzo de empujar".
Pablo 'corre' sentado en una silla de ruedas común que le cedió un buen amigo cuando su hija pequeña, Celia, falleció después de que se le complicara su enfermedad. José Manuel se emociona al recordarla mientras explica que debe ir muy pendiente de agujeros, baches y demás trampas del camino para evitar que las ruedas caigan en alguna de ellas. Cualquier descuido puede resultar fatal. "Mi idea es buscar una silla específica para correr con Pablo, con mayor amortiguación y más preparada".
Resta la parte más complicada, aquella que quienes conocen la prueba afirman que se corre con el corazón, y eso es lo que hace José Manuel, pequeñas paradas ante inesperados calambres se intercalan con asombrosas zancadas tras cada grito de Pablo, y nos dice:
·        "¡Cómo voy a parar, las mías son sus piernas!".
El Estadio Olímpico de Sevilla se antoja cerca y la hazaña, una vez más, al alcance. Un largo túnel, ya en el interior del estadio, da acceso al tartán y a todo un universo de sensaciones, y nos relata:
·        “Pero cuando empiezas a ver la entrada al Estado Olímpico todo empieza a cambiar, y la vuelta al mismo y la entrada en meta fue una experiencia indescriptible. Lo abracé y empecé a decirle que lo habíamos conseguido y me eché a llorar…”. 
Así, con el resto de su familia en la meta, celebraron juntos un logro más, demostrando que cuando las cosas se hacen de corazón y para hacer feliz a los demás, nada es imposible. Pablo mientras: grita y sonríe.
Su padre sabe que una vez alcanzada la meta buscarán otros caminos:
·        "Nuestro sueño es correr el Maratón de Londres, donde todos corren por una causa, pero es muy complicado hacerse con un dorsal".
Pablo lo mira, se siente capaz de cualquier hazaña.
José Manuel insiste en aclarar: 
·        "No soy un héroe, como me llaman algunos, solo soy un padre feliz de ver disfrutar a su hijo".
Esto último es lo verdaderamente importante para José Manuel, que por mucho que pueda pensar la gente, considera a Pablo el milagro de su vida y el de toda su familia;  familia que se entregan en cuerpo y alma para superar cualquier tipo de adversidad.
Y, aunque desde que naciera Pablo lo considera una bendición, antes él no era así. José Manuel se define como una persona muy autosuficiente y bastante independiente y emprendedora, pero que gracias a su hijo Pablo ha sabido apreciar lo que es para él el gran secreto de la vida:
·        “Entregarse en cuerpo y alma a los demás, porque eso es lo que realmente al final te va a hacer feliz”.
Cuando nació su hijo se dio cuenta de que no había que tener miedo, pánico o terror, sino todo lo contrario. Supo que la naturaleza le había dado la oportunidad de crecer aún más como persona:
·        Pablo me ha dado el regalo de saber qué es limitarme. Y todo esto es para mí y para mi familia la prueba de que Dios existe y nos cuida”.
·        “Es cierto que en determinados momentos echas de menos no poder hacer algunas cosas, pero todo se olvida con cada segundo que paso con él. No me imagino mi vida sin él”.
Fuentes: Canal Sur, El Mundo y Olympo deportivo.

Publicado en Forumlibertas.com  “Opinión” 13 de abril de 2016

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