175 En Andalucía
la grandeza es lo corriente.
Hablar de Andalucía es sentir el regusto de una
sensación viva, emotiva y vibrante.
Nuestros pueblos, el encanto de su mar en calma o
bravío, nuestros monumentos, nuestra cultura, nuestro arte...
Nuestras gentes de carácter abierto, y que saben
transmitir sus emociones y sus sentimientos.
Nosotros, los andaluces, sabemos transmitir todo
lo que hay en lo profundo de nuestra alma, y lo hacemos de una manera cercana y
cariñosa, poniendo en ello: el dulce sabor de la delicada ternura.
Y todos y cada uno, por el hecho de ser andaluz,
sabemos hacer nuestras cotidianas tareas:
Con calma, pero con la debida diligencia.
Sin agobios, pero con premura y con el debido
talento.
De Andalucía, como si se tratara de un manantial
fecundo, del que surge espontáneamente esa agua cristalina y pura:
Surge también la belleza
Surge el enamoramiento hacia la viva naturaleza
que nos circunda.
Surge: la trascendencia, la sensación de grandeza
y la impresión continúa de que vivimos en un hábitat de sensaciones vivamente
emotivas.
Aquí todo es igual, pero todo es distinto.
Porque aquí en Andalucía: la rutina se transforma
en vida y lo anodino se transforma en hermosura.
Lo andaluces de todo, sabemos sacar ese algo bueno
y provechoso que a todos nos alegra.
Andalucía, por un sinfín de motivos y quizás de
casualidades, es exclusivamente Andalucía; nuestra tierra querida.
Y en ella nos sentimos, unos y otros, triunfadores.
Pues nuestro triunfo: hondo, personal e íntimo, nos
viene de las profundas y genuinas raíces de nuestro propio existir.
En Andalucía, salen y salen.
Esos Cristos que callejean por nuestras calles, y
por nuestras plazas y rincones.
Son esos Cristos tan queridos y que tantas veces procesionan.
Y al verlos, sentimos el pálpito de nuestro
corazón y sentimos el amor en el alma.
Sentimos el amor en el alma, porque sabemos, que esos
Cristos, ese Jesús de Nazaret está vivo entre nosotros. ¡Y nos deja! su legado,
su ideario de amor, su vida.
En Andalucía hacemos de la fiesta un arte, y
hacemos con belleza el transitar cotidiano.
Aqui vivimos, apasionadamente, poniendo nuestro
encanto, y nuestros dotes y capacidades, en el cada día.
En Andalucía ¡Cómo no! queremos que la Virgen
María, bellamente ataviada, ¡guapa y guapa!, salga también a la calle.
Y ponemos entusiasmo en su salida, y la recibimos
con alegría.
Y lloramos ¡sí! Lloramos, para expresar de esta
manera tan viva nuestros emocionados sentimientos.
Y rezamos, y todo, todo con amor y por amor;
sabiendo que la Madre está ahí, cerca, muy cerca de cada uno de nosotros.
En Andalucía nos entusiasma hablar de lo nuestro:
Linares.
Cástulo.
El Sacromonte.
El Albaicín.
Iliturgi.
La Virgen de la Cabeza, que como siempre la vemos
llena de grandeza y señorío.
El Nazareno, nuestro querido Señor de Linares.
Baeza, lugar este, en donde sabiamente está el
continuo resurgir de la belleza.
La sierra, la de Cazorla, la de Andujar y aquella
otra y la otra…
Las tarantas, que son ese algo divino que emana
del fondo de la tierra.
Linarejos.
San Eufrasio.
La minería y sus mineros, hombres duros y
valientes que tan bravamente, vivieron y murieron por ella.
El olivar …
Sentimos y vivimos: “lo nuestro, y en lo nuestro”
y lo hacemos sabiendo que eso: es historia, nuestra historia. Y es nuestro
porqué íntimo y personal que en todas las circunstancias irá con nosotros.
Y que al morir, ¡ese ser andaluz! ese ser tan íntimo
y tan personal, seguirá con nosotros y formará parte para siempre de nuestra
dichosa y celeste eternidad.
Andalucía será: nuestro Mausoleo, nuestra
Pirámide, nuestro Reposo, nuestra Gloria.
El andaluz, al morir, también se tiene que llevar
su tierra, porque Dios bien lo sabe, que: no podemos, ni debemos, ni queremos,
ni sabemos, vivir sin ella.
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 23 noviembre de 2014