151               La ciudad y la sociedad envejecen  

Estoy paseando. Es un día  espléndido de sol. El lugar un parque infantil. Miro a mí alrededor y contempló la escena: "Es hora de juegos: y no hay juegos; es hora de algarabía, de voces de pequeños, que revolotean y se mueven sin cesar: y no hay ni voces, ni pequeños; es hora de contemplar a los niños y los niños no están: ¡No hay niños! ¡Los niños no existen! No hay muñecas, ni balones, ni bicicletas... La ciudad, el parque, las calles están muertas. Todo es ya distinto, el día espléndido de sol esta triste, todo está dormido; es como si la ciudad de los muertos hubiese invadido el mundo, como si la tristeza achacosa de los mayores corriera por nuestras calles y lo llenara todo. ¡Y esto, sencillamente: porque no hay niños!
La tasa de natalidad en España: en nuestra tierra, entre los nuestros es: muy, muy baja. La búsqueda de la creatividad, de la creación, de la vida, se ha cambiado por la búsqueda de un placer alejado: de bebés, de niños, de jóvenes.
¿Y pregunto? ¿Es posible que el mundo le haya dado la espalda a las nuevas generaciones? El problema de la generación siguiente es que no existe, y si existe esta empobrecida, escasa, lánguida: son pocos y aislados. Pocos niños en un mundo que envejece. Pocos niños y jóvenes que tienen que dedicar su vida a cuidar a los "muchos" ancianos. Jóvenes que verán como sus sueldos bajan para que el gobierno pueda afrontar el pago de las pensiones. De seguir así, habrá que cambiar: las guarderías, por geriátricos; las escuelas, por lugares de recreo para la tercera edad; los campos de deportes, por jardines sin barreras arquitectónicas.
¡Ya! El problema de la procreación no es sólo un problema del cristianismo; no es, sólo, un problema de Dios, que da un mandato imperativo: "Cread y multiplicaos" Ya el problema es: generacional, social, político.... Pues es terriblemente degenerativo, ver cómo: unas ciudades, unos pueblos, unas gentes..., envejecen sin dejar paso a nadie que les reemplace.
Y es que cuando se olvidan los mandatos de Dios: todo acaba mal, y esta generación ha olvidado los designios amorosos de un Dios que quiere Crear: por amor, y que para crear se sirve del hombre. Pero Dios, en este tiempo, ha puesto el poder creativo en manos de instrumentos: impotentes, inservibles, inútiles,....; seres humanos que se han olvidado del fin, y le sacan brillo -desmesurado- al placer que la generación lleva inherente.
Quizá, un día Dios se acabe olvidando de su pueblo: aunque ello no es posible ¡Pero, quizá se olvide! Porque su pueblo se ha olvidado, ya hace tiempo, de  Él

Publicado en Diario JAÉN     22 -  2 - 2000