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La ciudad y la
sociedad envejecen
Estoy paseando. Es un día espléndido de sol. El lugar un parque
infantil. Miro a mí alrededor y contempló la escena: "Es hora de juegos: y
no hay juegos; es hora de algarabía, de voces de pequeños, que revolotean y se
mueven sin cesar: y no hay ni voces, ni pequeños; es hora de contemplar a los
niños y los niños no están: ¡No hay niños! ¡Los niños no existen! No hay
muñecas, ni balones, ni bicicletas... La ciudad, el parque, las calles están
muertas. Todo es ya distinto, el día espléndido de sol esta triste, todo está
dormido; es como si la ciudad de los muertos hubiese invadido el mundo, como si
la tristeza achacosa de los mayores corriera por nuestras calles y lo llenara
todo. ¡Y esto, sencillamente: porque no hay niños!
La tasa de natalidad en
España: en nuestra tierra, entre los nuestros es: muy, muy baja. La búsqueda de
la creatividad, de la creación, de la vida, se ha cambiado por la búsqueda de
un placer alejado: de bebés, de niños, de jóvenes.
¿Y pregunto? ¿Es posible que
el mundo le haya dado la espalda a las nuevas generaciones? El problema de la
generación siguiente es que no existe, y si existe esta empobrecida, escasa,
lánguida: son pocos y aislados. Pocos niños en un mundo que envejece. Pocos
niños y jóvenes que tienen que dedicar su vida a cuidar a los
"muchos" ancianos. Jóvenes que verán como sus sueldos bajan para que
el gobierno pueda afrontar el pago de las pensiones. De seguir así, habrá que
cambiar: las guarderías, por geriátricos; las escuelas, por lugares de recreo
para la tercera edad; los campos de deportes, por jardines sin barreras
arquitectónicas.
Y es que cuando se olvidan los
mandatos de Dios: todo acaba mal, y esta generación ha olvidado los designios
amorosos de un Dios que quiere Crear: por amor, y que para crear se sirve del
hombre. Pero Dios, en este tiempo, ha puesto el poder creativo en manos de
instrumentos: impotentes, inservibles, inútiles,....; seres humanos que se han
olvidado del fin, y le sacan brillo -desmesurado- al placer que la generación
lleva inherente.
Quizá, un día Dios se acabe
olvidando de su pueblo: aunque ello no es posible ¡Pero, quizá se olvide!
Porque su pueblo se ha olvidado, ya hace tiempo, de Él
Publicado
en Diario JAÉN 22 - 2
- 2000