Articulo
El fue un hombre que supo, quiso y pudo ofrecer a Dios su constante dolor, el dolor de una larga y penosa enfermedad; y fue un hombre que, a su vez, supo vivir inmerso en la alegría; alegría que entrego a los demás como ofrenda a un Dios que a pesar de todo sabia que le amaba. Es el ejemplo de un gran hombre.
135 Lolo :
“Un Linarense, un escritor y un hombre ejemplar”
El 3 de noviembre de 1971 Lolo voló muy alto, como ave que había nacido
para disfrutar del contacto con las estrellas,
como "ciego" que necesitaba el resplandor de la luz.
Se fue impetuosamente, como hijo que esperaba el tierno encuentro con su
Eterno Padre; se lanzó al paraíso como hombre santo que conocía la
trascendencia de la virtud y deseaba con toda la fuerza de su alma dar el salto
desde la esperanzada espera: virtud pasajera, al vértice incuestionable del
existir que está en la caridad: virtud permanente, eternamente permanente.
Lolo ya había exprimido el caudal de la fe, había colmado su vivencia de
la esperanza, sabiendo hacer de su espera un sabroso acontecimiento, y ya
necesitaba en el paraíso de los elegidos de Dios vibrar intensamente, como lo
había hecho cada día en la tierra, con su Divino Amor.
Lolo recibiendo la Comunión |
Lolo como todos los Santos entendió que Dios le había llamado, pero a él,
no para aventuras deslumbrantes, no para vivencias sobrecogedoramente emotivas,
Dios a Lolo lo sacó de cuajo, separándolo de la vivencia de toda clase de
placeres y lo colocó junto a Él: En el pináculo de la cruz. Lolo pudo renegar
de su condición de: "esclavo del dolor" y huir de Dios, buscando
cobijo en las frondosas estepas de otros
placeres menos espirituales; Lolo pudo intentar escapar, abandonar a
Dios y destituirle -en su interior- de su soberanía, por haber hecho de él un
Santo Job de este siglo XX. Muchos con su dolor hicieron eso, abandonaron a su
Dios y con ello compraron, no la gloria, pero sí mercancías perecederas que le
traerían -momentáneamente- un poco de fugaz felicidad, pero que al fin dejarían
en ellos una atroz y cruel desesperanza. Él pudo pero no quiso, no quiso
cambiar la Eternidad por baratijas caducas y pasajeras; no solo no quiso,
sino que se abrazo a la Cruz y acompañó a su Señor con el
deseo inquebrantable de aliviar el duro peso de
la cruz de su Amado.
Lolo el dolor lo supo transformar
en contagiosa alegría; Lolo reconvirtió su ceguera y de ella extrajo el rico
tesoro de la espléndida y maravillosa
luz; Lolo cogió el desánimo, la desilusión y lo transformó en esperanza,
esperanza: vital, activa y efectiva; Lolo cogió su tristeza, su pena y la transformó
en fiesta, fiesta para su alma, fiesta emotiva para sus gentes y fiesta
espectacularmente grande para todos; Lolo cogió su vida anodina y rutinaria y la transformó en un viaje
fascinante por parajes increíblemente bellos, sus escritos son valiosos testimonios
de esa fascinación viajera; Lolo cogió su inmovilidad, su dolor y con ella voló
por lugares cautivadores, lugares repletos: de ensueño, de esplendor, de
belleza, de hermosura, de Dios...
Lolo hizo eso ¡quiso! ¡Supo! ¡Pudo!
¿Y nosotros que hacemos? ¿Que pretendemos llegar a ser? : ¿Mediocres
revestidos de vulgaridad?
¿Cobardes llenos de estériles miedos y
de perezosos o raquíticos proyectos? o ¿santos: inmersos en Dios, llenos
de Dios, ansiosos de Dios?
Publicado
en Boletín de Lolo 12-1999