191   Aniversario de la muerte del Rey Balduino

Desde Linares

Balduino y Fabiola. Reyes de Bélgica.
Los que ya no somos tan jóvenes recordamos a Don Balduino y Doña Fabiola como Reyes de Bélgica. Balduino fue Rey desde 1950 hasta 1993, fecha en que murió. Una pareja encantadora que para los españoles, además, contaba con la circunstancia especial de que ella era española y de que Don Balduino murió en 1993 en Motril, cuando la pareja veraneaba, como lo hacía siempre en dicha ciudad andaluza. 
La pronta muerte de la madre de Don Balduino y la segunda guerra mundial hacen que desde muy niño conozca el dolor y las dificultades inapelables de la vida, a causa de esto su personalidad se configura con un aire de cierta melancolía, como consecuencia Don Balduino busca consuelo en su Dios. Para el Dios es su eterno aliado. Cuando conoce a Fabiola cambia su vida y “aparca” la tristeza melancólica para recobrar la alegría externa e interna. Siempre juntos, enamorados, felices... así dirigen a su pueblo desde una perspectiva cristiana. Comienzan su jornada asistiendo a la Santa Misa y terminan su día rezando el Santo Rosario. No saben vivir sin Jesucristo, no quieren vivir sin Jesucristo: Jesucristo es el alfa y el omega de sus vidas. Don Balduino gobernó a su pueblo con delicadeza y con mucha sensibilidad, gobernó defendiendo los valores auténticos del ser humano: la libertad, la dignidad, la justicia, la paz... En 1989 renunció al trono de su amada nación para no firmar la ley del aborto, después las cámaras constitucionales le devolverían el reinado. Eran unos Reyes queridos por el pueblo. Cuando muere, el cardenal Danneels en la emotiva homilía de su funeral dice: “Hay reyes que son más que reyes: son los pastores de su pueblo. Hacen mucho más que reinar, aman hasta dar su propia vida. Así fue el Rey Balduino. Sabía amar. Su inteligencia política hundía sus propias raíces en el corazón; su competencia profesional procedía de su fuerza de amar. El secreto de su reinado era su corazón”. Con motivo del décimo aniversario de su muerte el Papa Juan Pablo II dirige estas palabras a los belgas: “Que su vida de servicio, arraigada en una profunda relación con Dios y fundada sobre valores esenciales aliente al pueblo belga a seguir sus huellas para edificar una sociedad cada vez más justa y fraterna, en el respeto de la dignidad de las personas”. Su recuerdo y el recuerdo de Doña Fabiola es un ejemplo para todos los políticos para todos los gobernantes y para todos los hombres y mujeres de bien.

RAFAEL GUTIÉRREZ AMARO


Carta publicada en el Jaén el día 28 de Noviembre de 2003


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