20 El trabajo, un don ausente.
Vivimos unos tiempos especialmente difíciles, en los que
parece que todo se derrumba: la creencia en el hombre se desvanece. Cada vez
queda menos esperanza y desgraciadamente más desánimo. Y en esta carrera hacia
una desesperanza generalizada, una de las peores partes se las lleva el trabajo:
un gran bien que lamentablemente escasea cada vez más.
Hoy los jóvenes se desilusionan ante tanta adversidad,
todas las puertas se les cierran, el laberinto parece no tener salida, la
espera se hace interminable.
Al joven, hoy, la juventud: su gran tesoro, se les va, no
se detiene, y se lleva sus ilusiones ¡grandes ilusiones! y el encanto inherente
a algo tan bello como es la vida que se empieza a descubrir. ¡Y el trabajo! este
preciado don, fuente inestimable de riqueza, acaba siendo para nuestros jóvenes
la 1ª gran ilusión frustrada, con el desencanto de su inexistencia, ellos
acaban por entrar en la madurez prematuramente. El sufrimiento de lo inestable
los hace maduros, los endurece, pero también los puede acobardar, el
contratiempo ha llegado demasiado pronto.
Empiezan con una felicidad pletórica a jugar el bello juego
de la vida, y pronto se encuentran con las espinas de una rosa que sofocada por
la contrariedad acaba marchitándose.
Qué cruel es para el joven no poder sentir la victoria de
haber construido su propia existencia, y tener que vivir sumergido en la dependencia
de sus seres más queridos, que aunque quieren ya no pueden dar a su vida el
ritmo necesario: los gastos del joven superan a determinada edad todas las
posibilidades. Año tras año, los padres han entregado todo a los hijos, pero
más no puede ser; cada vez el joven necesita más y el queda, cada vez, en
tantas ocasiones tiene menos, el padre avanza en edad y vive dolorido la triste
realidad, sin poder ya, apenas, hacerle frente.
Pero el escenario triste de las adversidades de nuestra
época, en lo que se refiere al trabajo no acaba ahí: si tienes la desventura de
perder tú trabajo, de poco te servirá tú experiencia, conseguida tras largos
años de trabajo, de menos tú extenso currículum profesional, cargado, quizás de
loables méritos, porque, en muchas ocasiones, ni para los “insignes” está la
raquítica oferta laboral. ¡¡Que hemos hecho los hombre!! Para colapsar en el
escenario del mundo, este medio tan imprescindible para nuestra subsistencia.
Hace tiempo que el alimento no llega a todos los hombres, ahora tampoco el
trabajo. ¿Dónde encontrar un porque que todo esto justifique? ¿Puede existir?
¿Existe?
Y entonces que hacer, ante la prolongada “negrura” de un
panorama desolador: ¿nos angustiamos? ¿Buscamos el recurso tan actual de una depresión
que nos inmovilice y que acabe destruyéndonos? ¡¡Pues no!! Porque la vida es un
reto. Duro bello reto, un reto para valientes, valientes sagaces, que sean
capaces de descubrir en la adversidad, un motivo para luchar decididamente.
El mundo hoy esta construido para hombres: valientes,
decididos, luchadores, que se mueven con la destreza del aventurero que supera
la dificultad a base de desmesurados esfuerzos, y todos debemos aprender. Y
junto a la decisi6n, si te es posible y el corazón te lo permite, una mirada al
cielo, el cielo en muchas ocasiones está lleno de respuestas, muchos hombres
encuentran en él, La paz necesaria para dibujar de verde esperanza, el triste
gris de nuestro “maltrecho” horizonte, y si quieres más: adéntrate, a través de
las estrellas, y encontrarás a Dios, quizás Él te pueda explicar lo que no
conoces, y te dé una nueva luz, que llene de esperanza tú justificado
desaliento.
Publicado en Diario Jaén 24 del
10 de 1995
Publicado en Diario Ideal 24 del 10 de 1995