9.— Jubilación:
Ana,
Paco (Cantina Escolar)
y Mª
Dolores López (Profesora: Educación Fisica)
Día 19 de Junio de 2004
Conforme pasan los años en nuestra cabeza se van acumulando los
acontecimientos y ahora me viene a la mente el recuerdo de jubilaciones pasadas. Compañeros que compartieron muchas
horas de trabajo con nosotros y que ahora disfrutan de sus merecidas y
permanentes vacaciones. En el recuerdo, muy viva esta, la jubilación de Ángel
Martínez, a él, a mi amigo, quise dejar el recuerdo imborrable de un día muy
especial. Como no recordar también la jubilación de Antonio Pérez Ramón.
Antonio es un personaje original,
distinto, genuino que nos hizo pasar muy buenos momentos en el Instituto.
También tengo presente la jubilación de don Antonio Balboa una persona carismática
que de manera clara y nítida dejó huella
en nuestro Instituto. Quisiera contar con él para que nos celebre la Misa en la
conmemoración del 25 aniversario de nuestro Centro. Y la última, el año pasado, la de Linarejos Peñalver, una mujer dinámica,
activa. Que nos dejó entre otras muchas cosas la experiencia de una vida familiar prolifera. Su jubilación fue una
auténtica fiesta para sus hijos y para sus nietos. Hoy no puede estar aquí
porque hace pocos días ha sentido de una manera profunda el zarpazo del dolor
por la muerte de Carlos su hermano más pequeño
Y ahora vamos a centrarnos especialmente en el momento en el que
vivimos, también éste es un momento muy especial. Primero me quiero dirigir a
ti: María Dolores, tú en el poco tiempo en el que has estado con nosotros has
compartido muchas ilusiones y muchos sinsabores ocasionados por la difícil
coyuntura de la juventud de nuestro tiempo, hay muchos jóvenes perdidos que nos
hacen la vida imposible. Nosotros sufrimos por ellos, sufrimos con ellos y
sufrimos también porque a veces parece
que no sabemos responder de una manera eficaz a las necesidades tan básicas y
prioritarias que requiere la juventud actual. Tú María Dolores para nosotros
has sido un ejemplo, ha sabido compartir tu vida con los jóvenes, sentirte
joven con los jóvenes, sentir como tuya la alegría de unos jóvenes a los que
has querido y a los que sigues queriendo. Por otro lado para tus compañeros has
sido una amiga entrañable, una persona noble, leal, sin dobleces, sin recámaras,
sin escondrijos, has sido tan clara y tan limpia como el agua pura de uno de nuestros abundantes manantiales de
cristalinas aguas. Para ti, hoy, un beso de todos y cada uno de tus compañeros.
Ahora me dirijo a vosotros queridos Ana y Paco. Vosotros formáis ya parte de la historia de nuestro Instituto.
Los veinticinco años que habéis pasado con nosotros acreditan suficientemente
el pasar al libro de la historia. Un día
y otro vosotros habéis sido capaces de mantener encendida dignamente la
antorcha de vuestra sabiduría. No es facil
estar ahí, al pie de batalla en continuo contacto con los jóvenes, a
veces con unos jóvenes que allí sólo pretendían pasar el rato y que ya habían
perdido la ilusión por el estudio. Y vosotros uno y otro día estabais allí junto a ellos.
Por supuesto no puede dejar pasar este homenaje sin dedicar unas
palabras a los bocadillos de Ana. Con maestría, con talento, con ciencia, ha
conseguido deleitar el paladar de los jóvenes y también de los menos jóvenes.
Un día un señor mayor, en el bar, me comentaba: "un hijo mío, antiguo
alumno, al saber qué pasaba por el instituto me dejó el encargo de que comprara
aquí un bocadillo”. Y allí estaba el hombre orgulloso cumpliendo su paternal
deber. Y digo orgulloso porque este señor se le veía exteriormente orgulloso:
de su hijo, del Instituto de su hijo, y de los bocadillos de Ana. La historia
está hecha de acontecimientos como éste, el devenir histórico se construye a
veces con cosas tan triviales y tan insignificante aparentemente como éstas. En
la cantina de nuestro Instituto se ha construido parte de nuestra historia. Yo
por ejemplo, entre té y té, cuando llegué aquí tenía 25 años y ya tengo 50 y
muchos ratos de estos veinticinco años lo
he pasado de tertulia amigable con Paco. Podría seguir, pero estas
pinceladas son suficientes para elogiar las figuras singulares y espacialísimas
de Paco y Ana. Para los dos en nombre de todos un fuerte abrazo.
Y para terminar quiero hacer una referencia a un compañero, que como
compañero y como amigo se lo merece todo. Un compañero que en lo festivo y en lo triste está siempre junto
a nosotros. Un compañero tan entrañable que todos lo queremos especialmente.
Antonio Fernández como persona, como amigo y como compañero se merece todo nuestro afecto y nuestro
cariño. Para él también un fuerte abrazo