227 El vínculo
patológico.
El vínculo patológico es un artículo interesantísimo,
entre la psicología y la psiquiatría, del psicoterapeuta José Luis Cano Gil. En
él, se centra la atención especialmente en cómo fue la relación entre la madre
y los hijos/as durante la infancia y cómo de ello depende en gran parte el
comportamiento de los jóvenes y de los adolescentes en el futuro. Toda la vida
de un individuo puede estar marcada por la forma en que se llevó a efecto esta
relación. Dada la importancia del tema y su influencia en el posible futuro
matrimonio de los hijos/as, voy a transcribir integro este artículo y agradezco
a José Luis la habilidad y maestría que ha puesto en su magistral elaboración.
Personalmente en el terreno de la orientación familiar esta problemática la
considero especialmente importante y puesto que participó habitualmente, como
ponente, en la formación de los nuevos matrimonios en la ciudad de Linares
tratando el tema: “Diálogo en el matrimonio” quiero hacer esta aportación que
ayude a clarificar la futura vida matrimonial. Les dejo con el artículo:
<<Somos mamíferos sociales y, como tales, la
figura más determinante en la génesis de nuestro psiquismo es, y sólo puede
ser, la madre. Naturalmente, hay posteriormente en nuestra biografía muchas
otras influencias -el padre, otros parientes, la escuela, la sociedad, la
salud, el trabajo, la pareja, etc.-. Pero las capas más hondas de nuestra
personalidad, nuestra actitud ante la vida, el modo de afrontar nuestros éxitos
y fracasos, etc. dependen absolutamente del tipo de relación que, en su día,
nuestra madre estableció con nosotros, y viceversa. Este vínculo madre-hijo/a
no sólo debe ser sano, sino también transitorio. Así como hay un destete físico
de la madre, debe haber también, más tarde, un "destete psíquico" de
su abrumadora influencia. Hacia la pubertad, este destete debería quedar
completado. La madre no sólo debe permitirlo, sino estimularlo activamente,
pese a todas las posibles resistencias del hijo/a. Sólo así se logrará la salud
emocional de toda la familia.
Ahora bien, hay madres neuróticas que no permiten
crecer e independizarse emocionalmente a sus hijos, sino que cultivan una
dependencia malsana y artificial porque son ellas las que necesitan y dependen
psicológicamente de ellos. Entre estas madres, las más nocivas son las que,
padeciendo severos trastornos emocionales -a veces bordeando la psicosis-
maltratan psicológicamente a sus hijos con todas las variantes del dominio, la
sobreprotección, la posesión, la invasión, la crítica, el desdén, la
contradicción, la agresión, la anulación, la manipulación, la traición, la
castración, etc. Esto las convierte en verdaderas parásitas de sus hijos y,
como esas lianas gigantes de la selva que estrangulan a los árboles, los
paralizan, debilitan y pueden acabar destruyéndolos. Los hijos, por eso mismo,
son extremadamente dependientes e incapaces de alejarse de este tipo de madres,
a las que odian tanto como se culpabilizan por ello, y transforman su inmenso
dolor en complejos síntomas neuróticos (ansiedades, fobias, depresiones,
autoagresiones, delirios, etc.). Éste es, en suma, el vínculo patológico. Una
horrible y perfecta simbiosis madre-hijo/a, a menudo confundida por la sociedad
con un "celoso amor de madre" que, según muchos autores, puede
incluso generar trastornos psicóticos en los niños/as.
La experiencia profesional enseña, en efecto, que
muchos pacientes extremadamente débiles, neuróticos e incapaces de vivir han
sostenido, o aún sostienen, este tipo de simbiosis patológica con una madre
inadecuada. Por ejemplo, puede ser que aún convivan con ella, o que,
independizados o aun casados, mantengan con ella una relación diaria o casi
diaria: visitas, teléfono, cartas, etc, de modo que el inconsciente cordón
umbilical se robustece continuamente. Cada nuevo contacto con la madre es un
nuevo reabrir y multiplicar las viejas heridas (sumisión, humillación,
anulación, manipulación, culpa, odio, etc.); una renovada pérdida de energía.
La víctima, movida por el miedo, la culpa y la dependencia, ofrece cada día
mansamente su cuello al vampiro para ser sangrada una vez más. Y, si intenta
rebelarse, la madre recurrirá a todo su arsenal neurótico para seguir
conservando su dominio: bronca, lágrimas, chantaje emocional, amenazas,
pseudoenfermedad... ¡e incluso intentará controlar al terapeuta de su
desgraciado hijo/a!
El padre, en estos casos, suele asumir dos papeles
básicos: o bien es una figura anodina, ciega o pasiva a los abusos de la madre,
en realidad, él mismo es otra de sus víctimas; o bien es cómplice de ella
formando una sola "piña" destructiva. En este segundo caso, los
trastornos del hijo/a serán, obviamente, mayores, pues él/ella no podrá hallar
refugio en ninguno de los dos progenitores. El auxilio procedente, a veces, de
alguno de los hermanos u otros parientes no suele ser suficiente.
El vínculo patológico parece, en fin, una tiranía
sadomasoquista ejercida por un verdugo sobre una víctima. Pero no debemos
dejarnos engañar. Contemplados en un segundo nivel, los términos
"víctima" y "verdugo" sólo son metáforas útiles muy
relativas pues, en realidad, la víctima extrae ciertos beneficios inconscientes
de su estado, lo que contribuye a perpetuarlo, y el verdugo ignora que lo es y
es víctima a su vez de otras personas, etc. De manera que, muy en el fondo, la
simbiosis maligna es un negocio a dos bandas, un "pacto secreto"
entre dos seres igualmente inmaduros, o quizá entre dos pillos. Por eso, aun
cuando la vida trunca a menudo este tipo de relaciones -por separación forzosa,
enfermedad, vejez o muerte de la madre, etc.-, es muy común que la
"víctima" busque entonces un/a sustituto/a, generalmente una pareja,
con quien repetir la simbiosis sadomasoquista. Ésta es la base psicodinámica de
muchas relaciones conflictivas.
¿Cómo se supera el vínculo patológico? Por parte de la
pseudovíctima, naturalmente, percatándose de su contradictoria situación y
eligiendo alguna alternativa capaz de darle fuerza, autoestima y libertad
(p.ej., trabajo, amistades, actividades, psicoterapia, traslado de residencia,
etc.). Logrado el "destete psíquico", el crecimiento emocional del
sujeto podrá reanudarse. Y, por parte de los padres y de la sociedad, el
vínculo patológico puede resolverse o, mejor aún, prevenirse, tomando
conciencia de la extremada sutilidad, complejidad y naturaleza fundamentalmente
inconsciente de los vínculos madre-hijo/a, así como de la inexcusable necesidad
de unos padres emocionalmente sanos para criar unos hijos igualmente saludables.
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Publicado en Forumlibertas.com 23 marzo de 2015
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 24 marzo de 2015