80 Entre el amor y la rutina
Un amigo mío,
tan íntimo y tan amigo que muchas veces pudimos vivir experiencias llenas de
paralelismo, en una ocasión, hace ya muchos años, me dijo lo siguiente sobre el
porqué de su distanciamiento matrimonial o el de la separación física con su
esposa:
Si hubiera
visto, en ella, sólo un atisbo de amor aunque hubiera sido momentáneo.
Si hubiera
visto:
Un algo especial en el
noviazgo
Un valioso detalle algún
día
Un regalo especial
Si hubiera
tenido la experiencia:
De un beso con cariño
De un: “te quiero” con
amor
De una estrella en su
firmamento
De un sol radiante en su
vida
Si hubiera
descubierto junto a ella:
La ternura, la delicadeza,
el cariño, el calor humano …
Si hubiera
visto la delicia de un romance o un hogar con calor o un entusiasmo al menos fugaz
Si hubiera
oído junto a ella:
El murmullo de un amor
silencioso o sentido a su lado algún día el “ruido” armonioso de una bella
poesía …
¡Sí hubiera…!
Pero nunca o
casi nunca:
Me pareció ver
Me pareció sentir
Me pareció oír
Me pareció poder descubrir
Yo siempre
esperando
Y tampoco
nunca, Dios me dijo: Acércate vale la pena, es la mujer …
Acércate,
porqué es:
Tu mujer
Tu cielo
Tu conquista
Y si esto, Dios
me lo dijo, yo no pude oírlo al menos; y quiero creer que si quise oírlo, pero
no lo oí.
Dios en el
murmullo de mi oración nunca me dijo: “oye acércate es tuya”.
Por eso yo
triste, meditabundo me he ido separando.
En muchas
ocasiones: al no valorar lo suficientemente el matrimonio, al descuidar
detalles, al poner otras cosas en lugar prioritario, al mirar para otro lado ante
la realidad de los problemas; al hacer todo esto, y como consecuencia, el poco
o mucho amor que había, se transforma en rutina, la rutina en abandono y el
abandono al final en un peso insoportable.
Esto se da,
y puesto que se da, hay que contarlo para evitarlo en el futuro.
En unos
matrimonios, los dos, viven y dejan vivir; en otros: uno vive a sus anchas y el
otro se apaña o se fastidia; en otros casos: uno ama y el otro no ama; y en
otros: uno respeta porque ama y sabe lo que quiere, y el otro no respeta porque
no ama y tampoco sabe lo que quiere.
Y en otros
muchos casos, el hombre y la mujer, en perfecta armonía se aman, y puesto que
se aman se respetan y se miran el uno al otro en una sintonía de cariño y
ternura, y son felices, y descubren el uno en el otro la belleza y la hermosura,
y acaban además descubriendo la maravilla de Dios en sus vidas.
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 26 de abril de 2014