504 Una semana de sentimientos religiosos.
La religión no es sólo un
sentimiento, ni sólo una pasión; es una doctrina, es una revelación, es una fe,
son unos dogmas, son unas vivencias humanas y espirituales; pero unas vivencias
humano espirituales que no pueden ser rutinarias, ni anodinas, ni apagadas.
Tienen que ser unas vivencias entusiastas, que contagien y transformen, que
enriquezcan, que llenen de luz toda nuestra vida.
La liturgia de nuestra
querida y amada Iglesia no puede ser una liturgia fría, insensible, muerta; ha
de ser una liturgia que llene el alma de fuego, que de calor, que encienda los
corazones y los encause a lo verdaderamente importante que es el amor, el amor
a Dios y el amor a los demás.
La liturgia, la doctrina, el
sentimiento, y la pasión han de tener un trasfondo, un horizonte, un objetivo
claro y éste objetivo es el amor; pero un amor vivo, eficaz, consustancial,
exigente y llevado hasta las últimas consecuencias.
La fe no es sólo un
sentimiento, no es sólo una emotiva vivencia, es una creencia anclada en Dios y
anclada en su doctrina; y por lo tanto una fe que exige renuncia, donación,
entrega, dogmatismo; pero que exige también caridad, cariño, sensibilidad,
ternura, calor y emotividad. Cumplir fríamente y con desencanto es producto de
una fe raquítica y desilusionante:
·
Cuánta fe insulsa
y desmotivante entre los cristianos que deberíamos ser luz, calor y vida.
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Cuánto derroche
de rutina insolidaria entre los que deberíamos ser antorchas encendidas.
·
Cuántas normas
vacías de contenido entre los que tenemos que llevar la esperanza de Dios a las
calles, a la salida, a las urbes, a todos los enclaves donde habitan los seres
humanos.
·
Cuánto desaliento
en el camino de la vida y cuánta incongruencia, cuánta envidia, cuánta
deslealtad entre los que deberíamos proclamar a los cuatro vientos la grandeza
de Dios, la verdad del evangelio, la
rotunda realidad de la iglesia.
Y mientras millones de seres
humanos lejos de Dios, lejos de la verdad, lejos también de los bienes de la
tierra.
Por lo tanto a los que
sentimos, a los que conocemos, a los que creemos, a los que rezamos quisiera
llevarles un nuevo aliento, un nuevo impulso para seguir, para rectificar, para
encauzar, para vivificar, para encender de nuevo la luz renovada de un nuevo
tiempo de esperanza:
·
La nueva
esperanza y la nueva vida que estos días de Semana Santa han llenado nuestras calles.
·
La nueva
esperanza de una Virgen María radiante y la nueva vida de un Señor Jesús que ha
hecho de la muerte un túnel para llegar a la auténtica vida; una vida
inmensamente mejor y en plenitud.
Ánimo, pues Dios y el bello y
amable rostro de María Santísima nos esperan.
Nos esperan hoy, ahora y
siempre.
Publicada en DIARIO DE ÁVILA Digital 18 de abril de 2017
Publicada en Diario JAÉN 24 de abril de 2017