587 Sevilla huele a Semana Santa.
En
Sevilla en primavera florece con cautivadora belleza la Semana Santa.
El
calor es intenso.
El
olor a azahar se descubre en sus calles.
La
bulla circula impaciente.
Una
bulla infatigable que todo lo llena.
Es
un sin parar motivador.
La
mayoría buscan en la calle a Cristo y a su Madre; es la búsqueda impaciente de
unos hijos que anhelan el encuentro con los suyos.
¡Y
otros!:
·
Otros buscan el arte.
·
Otros la belleza.
·
Otros la tradición.
·
Otros un sinfín de detalles.
·
Otros una flor.
·
Otros un rostro, una lagrima, un semblante.
·
Y todos buscan algo suyo:
Algo muy, muy suyo: su
esencia, su yo, su vida.
El colorido en estos días es intenso.
El
fervor se respira.
El
corazón se estremece.
El
alma se ensancha.
El
amor se expande.
La
emoción se vive.
El
sentimiento aflora.
Y a
Dios se le palpa.
Pasa
cerca, muy cerca.
La
hermandad y su unidad nos deleitan.
El
cielo azul llena de belleza extrema este paisaje inigualable.
De
cada rincón brota un manantial exuberante de vida plena.
Son
muchos los lugares por los que Cristo y María pasan:
·
Balcones, ventanas, azulejos, esquinas, portales.
Todo
engalanado.
·
Y además en ellos: limpieza, blancura, esmero, amor.
Mucho, mucho, mucho amor.
La
gente reza.
Se
respira profundo, hondo.
El
lamento se hace presente en la boca y en el corazón de muchos.
La
oración se palpa.
El murmullo
silencioso llena la calle.
Todo
huele a lindo perfume.
Y
un cumulo de sensaciones nos inundan.
Y en
esas calles, todos haciendo piña.
La
saeta, sin partitura, rota, se oye a lo lejos.
El
Señor pasa de nuevo.
Alguien
balbucea: ¿Es el mismo o es otro?
Y
una voz entrecortada responde: Es el Señor: ¡El Señor de la vida!
No
cabe ni un alfiler.
¡Pero
tampoco cabe: un dolor, ni una tristeza!
Si
cabe por el contrario: la pena. ¡Pero una pena! rellena de esperanza.
Si
cabe el lamento, pero un lamento: sin desilusión, sin desanimo.
Y
llenándolo todo, cabe: la alegría, una alegría reflexiva, meditada; y una
alegría festiva, bien anclada en la fe.
Una
alegría brillante.
Una
emoción.
Una
dicha.
Una
paz.
Un
deseo cumplido.
Una
promesa.
Un
algo sinigual.
Un
Dios que pasa, pasa y pasa.
Una
melancolía.
Un hola
y un adiós: una vida.
Y
calma, mucha calma….
Y mientras
continúa el cortejo procesional.
La
Cruz de Guía se va abriendo paso.
Los
miles de nazarenos, con sus cirios encendidos, dejan en el lugar un regusto de
tradición añeja.
A
su vez el incienso nos deja en el ambiente un peculiar paisaje.
El suave
pero profundo olor llama a la oración, es en sí mismo una oración viva.
Cristo
con su cruz a cuestas se acerca.
Jesús
sufre.
Él,
se acerca en ese primer paso impresionante y en perfecta sintonía.
El
Cirineo le ofrece ayuda, Jesús la agradece.
El
paso se acerca despacio con el rachear sincronizado de sus costaleros.
No
cabe más perfección, no cabe más cariño, no cabe más amor.
La
semana Santa nos ofrece, en las calles, un clima de gran amor a Jesús.
De
un amor verdadero y profundo, dé un amor entusiasta.
Y
detrás los penitentes que cargan con sus cruces.
Una,
otra, otra. Son cientos y cientos de cruces.
Peticiones,
deseos, necesidades, agradecimientos.
Son
cofrades anónimos que un año más quieren estar muy cerca de su Señor.
Y
detrás, acompañada de un bello e interminable séquito, María.
El
capataz golpea el llamador con fuerza. Tres golpes secos.
Y
se oye una voz: ¡Al cielo con ella!
Y
la Virgen sube por amor.
El
amor de sus costaleros lo hace posible.
La
candelería se estremece.
El
bello palio dibuja su hermosa silueta entre las estrellas del firmamento.
Es
un instante, pero un instante de belleza sin igual.
Y
detrás la música.
Esa
música que entrelaza lo humano con lo divino.
Y
con la música el adiós.
Ese
triste adiós que nos deja perplejos, pero que va acompañado de un fuerte color
a esperanza.
Esa
esperanza que no defrauda y que nos acompañará todos los días por esos caminos
de la vida.
Esa
esperanza que nos deja atónitos cuando la vemos en los bellísimos ojos de la
Macarena o de la Trianera o de la Esperanza Trinitaria o de la O
Y
con esa esperanza decimos adiós, un corto adiós.
Pues
justamente dentro de once meses se abrirá de nuevo el portón del teatro
Maestranza; y de nuevo el pregonero,
pregonera de una manera entusiasta el caminar de Jesús y de la Virgen María por
las bellas y engalanadas calles de nuestra querida Sevilla.
Publicada
en DIARIO DE ÁVILA Digital 19 de abril
de 2017