46 Una tradición
vivida con pasión.
Andalucía,
en este tiempo, próxima ya la semana santa, se viste de gala para recibir la
llegada espléndida de unos días de honda tradición: La religión, Ia cultura de
nuestras gentes, las raíces de nuestro pueblo, las costumbres, se aúnan para
configurar un puzles inigualable. La magia de un algo inaudito se palpa, se
sueña despiertos, se duerme sobresaltado
por la expectativa de Io que está por venir, eI cumulo de sentimientos nos
sobrepasa, y nos quedamos exhaustos ante Ia rica y prolífera variedad de los
acontecimientos, que velozmente se suceden, todo pasa y todo llega, pero eI
sentimiento, la profunda vivencia de lo que acontece nos deja marcados, Ia
impronta, entre humana y divina, ha quedado grabada a fuego en nuestra alma,
que siente y que vibra.
La
cera, en estos días, da a nuestra vida eI resplandor luminoso de algo espiritual,
divino, eterno. El incienso nos traslada a las esferas celestes, donde se palpa
de forma increíble la realidad de Dios.
Y la flor, recién nacida, de una primavera llena de luz, nos acerca a lo bello,
a lo increíblemente bello, a la naturaleza, a nuestra tierra; que se viste de
fiesta para recibir espectacularmente esta semana grande, llena de magnos
acontecimientos.
Los
tambores, las trompetas..... Ia música, nos sitúa en un ambiente de acogida, ¡
¡ de una fiesta, sí ! ! pero de una fiesta entrecortada por el dolor, no es Ia
fiesta alegre de un peregrino romero, es la fiesta de la emoción, de las
sensaciones, del amor, de la generosidad; es la fiesta de un Dios que enamorado
del hombre, se entrega. Y nosotros Andaluces, a sabiendas del valor infinito
del actuar Divino, manifestamos nuestro agradecimiento a Dios. Y Dios y su Stma.
Madre salen, procesionan, marchan, por calles y plazas, en espacios abiertos y
en otros recogidos y estrechos. Y nuestra
respiración se entrecorta al paso de un Cristo que se entrega al hombre, ofreciéndonos
toda su vida. y la calle se llena de dolor, de dolor y de gozo, porque sabemos
que tras Ia cruz viene el alegre final; de dolor y de gozo, porque sabemos que
tras Ia crueldad de la muerte, se encuentra la puerta abierta a la inmensidad del
cielo; porque sabemos que escondida tras Ia fúnebre mortaja de un Cristo
yacente, esta Ia brillante luz de una vida nueva.
Así
es la Semana Santa, y así Ia vemos los andaluces, que nos vestimos con eI traje
austero y penitencial, para vivir, con espíritu de sacrificio, el pasear
dolorido de nuestras imágenes. Imágenes queridas entrañables, llenas de nuestro
afecto y de nuestro cariño. A las que acompañamos para manifestarle un sí
incondicional, rendido; para ofrecerles el homenaje de nuestra fe; para
hacerles llegar ese dolor nuestro, ese dolor -fuerte, intenso- que queremos con
todo el alma que remedie; para pedirle, a través de esa oración encendida por
esa persona y por esa otra, por este y por aquel, por Los hombres todos, por
nuestra Andalucía y por el mundo; por La paz y por el progreso. Para pedirle
por el amor, ¡¡por el amor y por la vida!! ¡¡por la vida y por el amor!! Para
pedirle, al fin, que aumente en nosotros la luz espléndida de la esperanza, y
mengüe el dolor amargo y desconsolado de Ia desdicha. Para pedirle......
Pídele tú, ¡ ¡ si, tú ! ! pídele,
pídele lo que quieras, mientras lo ves pasar, atormentado, dolorido, desnudo de
todo poder terreno, pero lleno, repleto, rebosante de Amor.
Publicada
en el Diario Jaén 8 del
3 de 1997
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