526 Conocer a Dios. Un regalo.
Entre la
concepción humana y la imagen de Dios revelada hay, al mismo tiempo,
continuidad y discontinuidad, porque Dios es el Bien, la Belleza, el Ser, como
decía la filosofía; pero a la vez ese Dios me ama a mí, que soy nada en
comparación con Él.
Lo eterno busca
lo temporal y eso cambia radicalmente nuestras expectativas y nuestra
perspectiva de Dios.
La unidad lleva
a reconocer a Dios como el único verdadero.
Incluso más, Él
es la Verdad y la medida y fuente de todo lo que es verdadero y esto porque
justamente Él es el Ser.
En Él la Verdad
se identifica con el Ser, con el Bien y con la Belleza.
Una Verdad que
se identifica con el Amor que es Comunicación, en sentido pleno: efusión
creativa, exclusiva y universal a la vez; vida íntima, divina, compartida y
participada por el hombre.
Además, decir
que Dios es la Verdad quiere decir que la Verdad es el Amor.
La
inmutabilidad de Dios y su unicidad coinciden con su Verdad, en cuanto que es
la verdad de un Amor que no puede pasar.
Es necesario
unir la afirmación de omnipotencia con la de bondad y misericordia. Sólo una
vez que se ha entendido que Dios es omnipotente y eterno, uno puede abrirse a
la apabullante verdad que este mismo Dios es Amor, voluntad de Bien, fuente de
toda Belleza.
Por lo que se
ha dicho, podemos conocer cómo es Dios a partir de sus obras: sólo el encuentro
con el Dios que crea y que salva al hombre puede revelarnos que el Único es a
la vez el Amor y el origen de todo Bien.
Así Dios es
reconocido no sólo como intelecto sino que también es reconocido como voluntad
personal que crea y que ama. Se trata, así, de un Dios vivo; más aún, de un Dios
que es la Vida misma. Así, en cuanto Ser vivo dotado de voluntad, vida y
libertad, en su infinita perfección, Dios permanece siempre incomprensible; o
sea, irreducible a conceptos humanos.
Pero, para
conocer al Dios personal que es Amor, hay que buscarle en su actuación en la
historia a favor de los hombres y, por eso, hace falta la revelación. Mirando
su obrar salvífico se descubre su Ser.
En este
sentido, conocer a Dios consiste siempre y sólo en reconocerle, porque Él es
infinitamente más grande que nosotros.
Ninguna
inteligencia finita puede abarcar a Aquél que es Infinito, ninguna potencia
puede sujetar al Omnipotente. Sólo podemos conocerlo por lo que Él nos da, es
decir, por la participación que tenemos en sus bienes, fundamentada en sus
actos de amor con cada uno.
Por ser una
perfección, la virtud de la humildad no sólo es poseída por Dios, sino que Dios
se identifica con ella.
Llegamos así a
la sorprendente conclusión de que Dios es la Humildad; de tal modo que, sólo se
le puede conocer en una actitud de humildad, que no es otra cosa que la
participación en el don de Sí mismo.
Todo eso
implica que se puede conocer al Dios cristiano mediante los sacramentos y a través
de la oración en la Iglesia.
Iglesia que,
como buena madre, siempre hace presente su obrar salvífico para los hombres de
todos los tiempos.
Publicada en Diario de Burgos 4 de septiembre de 2016
Publicada en DIARIO DE ÁVILA
Digital 5 de septiembre de 2016
Publicada en “Cartas al
Director, Tu voz en la red” Digital
12 de septiembre de 2016.