581 Un tesoro testimonial del Opus Dei.

581   Un tesoro testimonial del Opus Dei.

El testimonio empieza diciendo:
·                “Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!”.
Yo Rafael, el que con dolor esperanzado y filial esto escribe, quiero dar a conocer un resumen de la última carta, de las que cada mes el Padre: Don Javier, nos enviaba a sus hijos en el espíritu. Una carta, casi póstuma, que por ello es un tesoro testimonial que nos muestra su perfil más espiritualmente humano, su perfil en el amor y su perfil más cordial y entrañable.
El Padre empieza comentando la complejidad de estos tiempos:
·        “En esta época nuestra, tan compleja como apasionante, existe el riesgo de que el ajetreo del ambiente nos empuje, casi sin darnos cuenta, al atolondramiento, a hacernos perder el enfoque de que el Señor se halla muy cerca”.
Por eso nos propone que estas semanas, que en tantos países se caracterizan por un crecimiento de preparativos externos para la Navidad; supongan en nuestro caminar un crecimiento de recogimiento en el trato con Dios y en el servicio generoso y alegre a los demás:
·                “En medio de las prisas, de las compras o de las estrecheces económicas, de guerras o catástrofes naturales, hemos de sabernos contemplados por Dios. Así encontraremos la paz del corazón”.
Y nos propone 4 puntos para nuestra vida en estos días:
·                Hacer más íntimo y cálido el trato con Dios.
·                Preparar a Jesús Niño una posada acogedora.
·                Acompañar una limosna con una sonrisa.
·                Saludar con cariño a nuestra Madre en sus imágenes.
Y continúa, indicando como remedio para vencer las arideces de ciertas jornadas:
·                “La Virgen nos hará encontrar flores colmadas de buen aroma, del bonus odor Christi, como se narra en las apariciones de la Virgen de Guadalupe a san Juan Diego, que conmemoramos el día 12”.
Hago la aclaración que este fue el día de su muerte o mejor de su marcha, en glorioso vuelo, al Cielo.
También nos dice, algo más, para Navidad:
·        Cuando oigamos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y dejemos que ese Niño nos hable.
·                Si lo tomamos en brazos y dejamos que nos abrace, nos dará la paz del corazón que no conoce ocaso.
·                Él y su familia encuentran cobijo y amparo en un establo y viene recostado en un pesebre de animales:
Y, sin embargo, de esta nada brota la luz de la gloria de Dios.
Y nos aconseja que si logramos la calma con el Señor, en la convivencia con los demás, Él:
·                Nos apartará de: discusiones, enfados, impaciencias o ligerezas, y gustaremos: de descansar y rezar juntos, de alimentar buenos ratos en familia, de limar prejuicios o rencorcillos que quizá quedaron en el alma”.
Nos recomienda unos ratos de oración ante el Nacimiento y que en ellos:
·                Renovemos con perseverancia nuestro afán por construir dentro de nosotros un belén viviente donde acoger a Jesús.
Me llena de gozo, nos dice, que se difunda en muchos países la costumbre cristiana de instalar un Nacimiento en las casas.
Y sabiendo que los primeros beneficiados somos nosotros mismos nos insta a que no dejemos de acordarnos en estos días de la gente sola o que pasa necesidades y a quienes podemos ayudar de un modo u otro.
También antes de poner fin a estas líneas agradece al Santo Padre el cariño que le manifestó en la audiencia del pasado 7 de noviembre.
Y se despide el 1 de diciembre de 2016 desde Roma:
·                “Con todo cariño, os bendice, os pide más oraciones y más fidelidad”.
Y desde la “Imperial Roma”, el día 12, el Padre pasó a la “Roma Eterna”:
·                Pasó a ese Cielo lleno de grandeza, de belleza, de amor, de inmensa felicidad.
Y allí habrá recibido el abrazo de Dios, el beso de María y el aplauso ininterrumpido de todos los santos.

Publicado en La Nueva EspañaPrensa Asturiana. Digital.         
17 diciembre de 2016

Publicada en DIARIO DE ÁVILA Digital   19 de diciembre de 2016